Trastorno de Atención con Hiperactividad / Impulsividad (TDAH)
El TDAH es una enfermedad de la conducta, altamente heredable, que dura toda la vida y que en la edad infantil se distingue porque el paciente tiene grados variables de: a) Inatención, que es distraerse constantemente cuando se hace una tarea y por lo tanto tardarse mucho o no terminarla; b) Hiperactividad, que es no poder estar quieto cuando es necesario hacerlo; c) Impulsividad, que es actuar sin pensar antes en las consecuencias y tener problemas por ello.
Para tener el diagnóstico los síntomas de conducta deben tener duración mayor a 6 meses, haber comenzado desde antes de los 12 años, observarse en cualquier lugar donde vayan, causar problemas de adaptación o rendimiento en la escuela, familia o en el trato con los de su edad, y por último que los síntomas no sean consecuencia de alguna enfermedad psiquiátrica.
No existen estudios de laboratorio o radiológicos que den el diagnóstico, así que los médicos lo hacen considerando la forma como se conduce el paciente, sus dificultades en la concentración, los problemas que se generan por todo esto y su historia médica personal y familiar. El diagnóstico también puede ser hecho por otras disciplinas tales como psicología o pedagogía.
Aunque no es un problema que ponga en riesgo la vida, en muchos casos tiene un gran impacto sobre el rendimiento escolar, la dinámica familiar e incluso la estabilidad laboral cuando se ha llegado a la edad adulta.
El tratamiento no tiene el objetivo de curar el padecimiento ya que esto no es posible a ninguna edad. En los niños está dirigido hacia la obtención de un grado de control de síntomas, suficiente para que disminuyan los problemas escolares, familiares y sociales. En los adolescentes se buscará prioritariamente que mantengan el avance escolar y logren una adecuada inserción social. Para la edad adulta se buscará estabilidad laboral y familiar.
Cuando niño, el paciente debería ser tratado al mismo tiempo por psicología, pedagogía y por el médico, cada uno con técnicas diferentes, pero todos con un objetivo común.
Los medicamentos deben darse a criterio médico. El paradigma con todos ellos es usarlos para mejorar los síntomas, a dosis y frecuencia de uso con el mínimo indispensable, creando un “traje a la medida” para cada paciente. Básicamente son de dos tipos: estimulantes de atención y no estimulantes.
Los estimulantes son fármacos controlados, se usan de acuerdo a dosis por kilo de peso y no tienen capacidad de crear adicción física por uso prolongado; tampoco favorecen otras adicciones cuando el niño sea mayor. Sus efectos secundarios son generalmente transitorios (1ª y 2ª semana); los más frecuentes son: dolor de cabeza, dolor abdominal, sensación de náusea, palpitaciones en el pecho, nerviosismo e inapetencia, pudiendo esta última ser persistente en cierto grado. El medicamento estimulante más conocido y usado en México es el metilfenidato, del cual existen múltiples marcas comerciales y presentaciones.
Los no estimulantes son fármacos no controlados, también se usan con dosis por kilo de peso, tampoco favorecen ni crean adicciones y los efectos secundarios son muy parecidos a los de los estimulantes. El más conocido es la atomoxetina.
Existen otros medicamentos que también se usan para control de síntomas dependiendo de la sintomatología que predomine; estos medicamentos incluyen a la risperidona, la imipramina, varios antidepresivos como la fluoxetina y la paroxetina.