Trastorno del
Espectro Autista (TEA)
El TEA es una enfermedad que es causada por alteraciones genéticas; por lo tanto, es frecuente que un niño con TEA tenga familiares con la enfermedad. Dura toda la vida, pero sus manifestaciones se van modificando con el paso del tiempo.
La enfermedad básicamente se caracteriza por 3 cosas:
Dificultades para establecer comunicación verbal (lo que se habla) y no verbal (las señas o gestos que se hacen para darse a entender)
Dificultades para socializar correctamente con los que le rodean
Comportamientos raros, muy repetitivos y sin una aparente utilidad para socializar o comunicar algo a los demás.
Estas 3 características generales se expresan en todos los pacientes con TEA, pero entre ellos hay diferencias en cuanto al grado de severidad de sus comportamientos; por lo tanto, cada niño con TEA será un poco diferente a los otros y habrá desde los casos muy afectados hasta los muy leves.
Es por la razón anterior que para esta enfermedad se usa la expresión: “espectro autista”, ya que la palabra “espectro” significa un “abanico de posibilidades” en la severidad de presentación.
Las manifestaciones en la mayoría de casos se dan desde los dos primeros años de vida, pero en la gran mayoría el diagnóstico se realiza hasta la edad preescolar o escolar.
No se tiene una prueba diagnóstica de laboratorio, radiológica, genética o de otro tipo, con la cual podamos establecer el diagnóstico definitivo. Por lo anterior, la sospecha o el diagnóstico se realizan tomando en cuenta si existen o no en el paciente, las manifestaciones que son características de la enfermedad. Esto lo hacen tanto médicos, como psicólogos, pedagogos y algún otro profesional con el entrenamiento adecuado.
Durante los primeros 3 años de vida y cuando las manifestaciones son leves, generalmente se logra establecer una sospecha diagnóstica, con la cual se les canaliza para atención especializada. Siempre será necesario hacerles revaloraciones periódicas, ya que el paso del tiempo negará o confirmará el diagnóstico por la desaparición o permanencia de las conductas que lo sugirieron. En los casos cuando las manifestaciones son severas, es posible establecer una posibilidad muy elevada de diagnóstico desde los primeros años y canalizar hacia atención con diagnóstico prácticamente confirmado.
El tratamiento corre a cargo de varios profesionales. Los neurólogos pediátricos dan medicamentos cuando existen problemas con la conducta, crisis convulsivas o cualquier otra condición ligada al sistema nervioso. Psicología ayuda evaluando periódicamente el avance de habilidades y trazando el plan a seguir. Las educadoras especiales aplican las terapias que logran que esas habilidades mejoren y también hacen evaluaciones de seguimiento.
El pronóstico a muy largo plazo será mejor mientras más temprano en su vida se haga el diagnóstico y se comience el tratamiento, incluso en los casos severos.
Algunos comportamientos que sugieren TEA
en un niño pequeño y que justifican una valoración neurológica son los siguientes: